Etimológicamente
significa “el que abre lo bueno”. Viene de la
lengua griega.
El espíritu de pobreza del Evangelio cosiste
también en disponerlo todo con imaginación
según la belleza simple de la creación. El
espíritu de pobreza del Evangelio no soporta el rigorismo.
Onofre. Los primeros siglos del cristianismo eran tan intensos y
fuertes en la fe que muchos buscaban la santificación en la
vida eremítica que tanto extraña hoy
día.
Onofre entendió, guiado por la belleza simple de la
creación, que, huyendo del mundanal ruido, podía
santificarse mejor.
El prefirió para lograr su perfección
más alta, el monasterio de Tebas, capital del alto Alguazas.
Cada día, en su mente y en su corazón,
hacía dos cosas fundamentales: oración y
penitencia, una penitencia no entendida con rigor, sino sencillamente
como un medio para tener un equilibrio personal sobre sus pasiones.
La oración era el medio para alimentar su alma con el
contacto divino.
De esta forma vivió 60 años en el desierto
Un día encontró a un ermitaño, llamado
Pafnucio. Su sola presencia le cautivó de tal manera que
llegó a decir de él que parecía
más bien un hombre del otro mundo que de este que pisamos.
En los últimos días de Onofre, Pafnucio le
asistió, le dio sepultura y le encargó que fuera
por toda la Tebaida anunciando lo que habían visto sus ojos.
Padre Felipe Santos Campaña